Los avances tecnológicos nos facilitan la vida en muchos aspectos. Como no podía ser menos, uno de estos es el campo de la seguridad.
Tanto los procesos automáticos como los digitales están a nuestra disposición para aportarnos comodidad. Ejemplo de ello es la identificación por huella dactilar.
En la actualidad, el cuerpo de policía es el que nos ha permitido disponer de un sistema que, una vez desarrollado, nos ofrece una gran cantidad de aplicaciones industriales para nuestro uso habitual. No obstante, el sistema de identificación por huella dactilar tiene su origen en la Antropología.
Aspectos tan cotidianos como utilizar la huella dactilar para fichar en la oficina, o acceder a esta, así como las utilidades que brinda en los automóviles y en la domótica, o su aplicación en ciberseguridad, hacen de la huella digital la llave de nuestro presente y futuro.
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¿Cómo funciona la identificación de la huella dactilar?
En cualquier ámbito que se precie, los sensores para el reconocimiento de huellas dactilares tienen incorporado un lector que actúa como escáner.
La clave de estos dispositivos es que son sensibles al tacto. Tienen capacidad de lectura sobre la impresión que nuestras huellas dejan al apoyarnos en estos.
Para identificar una huella dactilar, el sensor recoge su imagen y la procesa mediante un sistema de identificación biométrico.
En este proceso, un algoritmo se encarga de analizar las características que el sensor recopila, para compararlas con aquellos registros de huella anteriormente guardados en base de datos.
El final de dicho proceso concluye con una identificación positiva de la huella dactilar, para confirmar su reconocimiento.
¿Qué diferencia hay entre un lector de huella dactilar y un sensor biométrico?
Los sensores biométricos son los que posibilitan reconocernos mediante nuestros datos personales e intransferibles. Más concretamente, detectan nuestras conductas y características fisiológicas.
En el caso de los lectores de huella dactilar, se trata de sensores biométricos. Están especializados en interpretar las líneas de las yemas de nuestros dedos. Hay también un tipo de lector de huella dactilar que puede leer las líneas de nuestra mano completa para identificarnos.
Tanto las huellas dactilares como los demás datos biométricos son personales y, por tanto, sensibles. Por esta razón no pueden tratarse por las empresas, tal y como respalda el Reglamento General de Protección de Datos (RGPD) de la UE.
Estudio de las huellas dactilares como identificador
El análisis de la huella dactilar para identificar a las personas fue iniciado en el campo antropológico. Su estudio consistía en diferenciar a grupos de personas a través de las características de sus huellas dactilares. Un ejemplo se aprecia en esta labor analizada sobre huellas de personas procedentes de diferentes etnias.
El primer uso práctico que se le dio a la identificación mediante huella dactilar lo empezó a aplicar la policía en el siglo XIX. Sirvió de base para reconocer a personas que habían cometido un delito. Esto supuso un gran avance en cuanto a inmediatez y agilidad por el volumen de datos.
Fue durante la década de los años 60 cuando el FBI automatizó el proceso de identificación por huella dactilar. Se hizo con un programa informático capaz de comparar grandes volúmenes de datos de manera sistematizada y automática. Por entonces, la policía francesa, británica y japonesa también se puso manos a la obra para trabajar sobre ello.
Aunque hay otros sistemas nacionales, el que utiliza internacionalmente la Organización Internacional de Policía Criminal (INTERPOL) es SAID.
Cualquier empresa de seguridad reconoce el uso fiable de la huella dactilar como método de detección de las personas, por su precisión en el momento de analizar los patrones, poros y minutas. Con todo ello, cabe destacar que los lectores biométricos son cada vez más complejos, permitiendo así garantizar la fiabilidad de identificación de huellas dactilares, a la vez que previenen su falsificación de forma eficiente.
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7 junio, 2022